En el mundo universitario todos los indicadores hablan de brechas de desigualdad. Las universidades latinoamericanas no son la excepción.
Según la información brindada por la Secretaría de Políticas Universitarias (SPU)i, en materia de estudiantes, las universidades cuentan estadísticamente con mayor cantidad de mujeres que varones. Las graduadas también somos un porcentaje mayoritario de mujeres. Sin embargo, esto no se refleja en la representación política. Al igual que en muchas esferas relacionadas con el debate público, quedamos relegadas en el acceso a los puestos de mayor jerarquía, las titularidades de las cátedras y los espacios de decisión.
Es decir, a medida que se asciende en la jerarquía del cargo, aumenta la presencia de hombres y decrece la de mujeres. A este fenómeno se lo denomina “Techo de Cristal”, y marca las barreras socioculturales invisibles que limitan el crecimiento profesional de las mujeres.
En la región, según la Organización Universitaria Interamericana (OUI), el 14% de los rectores de las universidades latinoamericanas son mujeres. En el caso de Argentina, el porcentaje de mujeres se aproxima al 10%.
Un ejemplo para ilustrar esta problemática: la Universidad Nacional de Córdoba (UNC) es la universidad más antigua del país y tras cuatrocientos años de historia, recién en 2007, Carolina Scotto se convirtió en la primera mujer en asumir como rectora de esa casa de estudios.
En este contexto, la paridad de género surge como una normativa clave a la hora de romper el techo de cristal e intentar alcanzar la equidad.