El objetivo de la protección radiológica es evitar los efectos determinísticos y acotar, dentro de valores aceptables, la probabilidad de ocurrencia de efectos estocásticos.
Este planteo es claro y sencillo, pero cuando queremos avanzar para llevarlo a la práctica se presentan algunas dificultades, como por ejemplo:
¿Qué criterios utilizamos para determinar si un riesgo es o no “aceptable”? Estos criterios, ¿son universales? es decir: lo que es aceptable o inaceptable en un caso, ¿lo es en todos los casos? ¿O existen matices? ¿Es igualmente aceptable el riesgo al que se expone un paciente expuesto a radiaciones con fines médicos que el que recibe el trabajador que realiza la práctica? ¿Podemos aceptar en ciertas circunstancias –por ejemplo, para paliar las consecuencias de un accidente- riesgos que serían inaceptables en otras –por ejemplo, en la práctica “normal”? ¿Podemos realmente limitar los riesgos derivados de la exposición a la radiación? ¿Sobre qué podemos actuar? Por ejemplo: desde siempre existe radiación de origen natural, ¿podemos hacer algo para reducir los riesgos que ella genera? ¿Cuándo son más eficaces las medidas de protección? ¿Cuándo las aplicamos sobre los individuos, sobre las fuentes o sobre el ambiente? Si cualquier fuente de radiación genera dosis, y cualquier dosis tiene asociado un riesgo, podríamos concluir que no se deberían utilizar fuentes de radiación en ningún caso. Sin embargo, no utilizarlas también genera riesgos y perjuicios ya que existen usos beneficiosos de las radiaciones, tanto en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades como en la industria; por ejemplo, la integridad de un puente, del casco de un barco o de una aeronave se controlan con técnicas radiográficas (gammagrafía).
Finalmente, y sin pretender agotar los problemas conceptuales a resolver: ¿podemos asegurar que nunca ocurrirá un accidente radiológico? Obviamente la respuesta es no. No podemos asegurarlo, como tampoco podemos evitar los accidentes de tránsito, en el trabajo, etc. Sin embargo, estos riesgos están incorporados a nuestra vida cotidiana y los aceptamos, ¿podemos hacer lo mismo con el riesgo de accidentes radiológicos? La complejidad de estos problemas hizo necesario generar un marco conceptual que considerara, entre otras, estas cuestiones, para a partir de él tomar medidas concretas en el diseño y operación de instalaciones que emplean fuentes de radiación.