Cuando hablamos de trastornos o dificultades del aprendizaje, solemos hacer referencia a la falta de aptitud de parte del alumno para adquirir, retener o usar habilidades específicas, como puede ser la lectura (en la dislexia), la escritura (en la disgrafia) y las matemáticas (en la discalculia).
Desde esta mirada, todo el foco de atención está puesto en el alumno, quien -bajo esta concepción- carece de la capacidad necesaria para adquirir estas funciones en su escolaridad. En otras palabras, es el aprendiz el que no puede acceder al conocimiento del modo en que otros lo hacen sin mayores problemas. Desde mi juicio, considero esta perspectiva peligrosamente limitante, estigmatizante y desempoderante, ya que pone al niño en un lugar de incapacidad.
En esta publicación se abordan los modelos principales sobre la discapacidad y un nuevo enfoque educativo sobre la misma.