La observación de los niños y niñas en la organización espacial y temporal de sus juegos, los
parámetros que utilizan los bailarines y bailarinas para preparar sus composiciones, los rituales religiosos
y los de la vida cotidiana, la eficacia de los movimientos deportivos y muchos otros ejemplos, nos hablan
de una manera práctica y eficaz de desenvolvimiento corporal que resumen experiencias en forma de
conocimiento, que no siempre está contenido y organizado de acuerdo a la manera en que se presenta en
el universo de las disciplinas formales. Estas formas prácticas de moverse generan muchas veces,
contradicciones con lo que se espera desde las maneras institucionalizadas de entender el movimiento. En
ese universo podemos incluir a disciplinas como la educación física, la danza, el deporte, la expresión
corporal, etc.; es decir que cuando hablamos de experiencia del movimiento, nos estamos refiriendo a una
construcción, resultado de una intensa puja entre los aprendizajes y el uso del cuerpo en la vida cotidiana,
y la incorporación de técnicas del movimiento producto de nuestro contacto con la actividad física
institucionalizada.
El análisis de los relatos de experiencias de docentes y bailarinas de la ciudad de Neuquén, y la
observación de clases de danza donde, mujeres y varones se sumergen en la destreza de bailar, de
moverse a ritmo, de incorporar gestos, movimientos, saltos, giros, etc., más el estudio de cómo se
elaboran las consignas para la clase y los recursos de imágenes estéticas utilizados, permite conocer el
universo del movimiento, enfocado desde la diferencia de géneros