En una revista de un diario de nuestro país, un humorista ilustra de manera precisa las inquietudes desde las cuales este trabajo nace. Sentada en un lugar publico, una adivina espera por algún interesado en sus habilidades visionarias. No es importante aquí la precisión de sus cualidades, sino la indiferencia absoluta de los transeúntes, que poco hacen más que mirarla con desgano y poca curiosidad. La apatía de la gente exaspera la paciencia de la adivina, que con frenética y progresiva ansiedad hace suceder los carteles que la anuncian: “adivino el porvenir”, “pronostico el futuro”, “preveo el destino”. Sin embargo, ninguno de éstos llama la atención de los paseantes, y la indiferencia continúa. Hasta que una repentina idea cambiara su suerte. Y anuncia: “miento un mañana mejor...”. Entonces la fila de interesados se hace interminable.