En la búsqueda de una justificación moral para la democracia, Carlos Nino establece lo que será el núcleo definicional de ésta: “un proceso de discusión moral sujeto a un límite de tiempo”. La democracia es un sucedáneo institucionalizado y regimentado del discurso moral, el cual permite “superar conflictos y alcanzar cooperación convergiendo en acciones y actitudes sobre la base de la aceptación compartida de los mismos principios de conducta”, pero al mismo tiempo posee “un valor epistemológico [...] la discusión es un buen método, aunque falible, para acercarse a la verdad moral”. Pero “mientras el discurso moral no tiene límites de tiempo y sólo cesa [...] cuando se llega a un consenso, [...] muy frecuentemente se debe adoptar una decisión antes de tiempo [...]. Para superar en la práctica esta limitación del discurso moral hay un solo expediente efectivo: abandonar su carácter temporalmente ilimitado y fijar oportunidades para una decisión obligatoria.