En las dos últimas décadas algunos científicos sociales han comenzado a analizar las prácticas y conductas desde el marco que proponen la biología evolucionaria y la psicología cognitiva apoyando la tesis de la continuidad evolutiva de los procesos mentales. Leda Cosmides y John Tooby, por ejemplo, sostienen que esta línea de investigación permitirá integrar las ciencias biológicas y las sociales en una cooperación más eficiente que la tradicional división entre estas ciencias. Desde esta posición, se entiende la conducta humana como un fenómeno que ocurre a partir de la actividad de un cerebro cuya función es la regulación adaptativa de la conducta y la fisiología sobre la base de la información derivada del cuerpo y de su entorno.