Para muchos filósofos y críticos contemporáneos, la noción griega de mimesis es un mero vestigio del pasado, algo más que una columna rota de un edifico largamente desvencijado, una triste y obsoleta reliquia de antiguas certezas -como dice Halliwell-. Incluso la estética contemporánea ha construido su propio epos sobre el devenir histórico de este concepto, que forma parte de su lejana prehistoria. Según este relato genealógico, luego del extenso exilio medieval, la mimesis reapareció en pleno Renacimiento para constituirse en uno de los pilares del arte renacentista, como el eje central de una “prolija” reconstrucción canónica del legado clásico.