La ciudad de Venecia constituye un telón de fondo en Á la Recherche du Temps Perdu que señala, junto con la Iglesia de Saint-Hilaire en Combray o la de Martinville, la presencia del arte cristiano que tanto preocupara al joven Proust. Sin embargo, aquí intentaremos establecer que Venecia se convierte en la clave que despierta en el narrador la experiencia del deseo artístico que, modelado por la escuela de Giorgione, revela la ciudad como la inmediata percepción de la belleza. Así, la presencia de la ciudad de Giorgione y Tiziano, inscribe un itinerario que condensa la búsqueda de un ideal artístico que se inicia en los sueños de niñez que Marcel encierra en el nombre de Venecia y culmina en aquella Venecia que descubrieron las lozas desiguales del hotel de los Guermantes.