En el campo psicopatológico infantil hemos asistido, a lo largo del siglo XX, a presentaciones clínicas que fueron designadas con diferentes denominaciones: inestabilidad psicomotriz infantil para los autores de lengua francesa, síndromes hiperkinéticos para los anglosajones, niño acting-out, síndrome coreiforme, trastorno impulsivo del carácter y disfunción cerebral mínima y en torno a las cuales se suscitaron numerosas polémicas en cuanto a la nosología, etiopatogenia y abordaje terapéutico, Desde la descripción inicial de Kraepelin en 1898 bajo la figura del psicópata inestable hasta la categoría de Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH) propuesta por el DSM IV, se advierte un interés creciente en este síndrome por parte de diferentes orientaciones teóricas. La neuropsiquiatría, el psicoanálisis y, más recientemente, distintos abordajes provenientes del campo de las neurociencias han intentado cernir un hecho psicopatológico cuyas manifestaciones más bastas (distractibilidad, hiperactividad e impulsividad) exigen una aproximación que privilegie el detalle clínico y que permita discernir la especificidad clínica en el seno de lo aparentemente idéntico.