A lo largo de la historia, las voces de las y los niños han sido poco consideradas, e incluso, silenciadas en los distintos ámbitos de los que han formado parte (Ospina-Alvarado et al., 2018). Es hasta las últimas décadas del siglo pasado que la conjugación de eventos como la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN) en 1989 y la demostración hecha por el historiador Philippe Ariès de que la concepción y trato hacia la niñez ha sido distinta a través del tiempo y de los contextos, abonaron para que se iniciara el cuestionamiento de la idea de que las y los niños son seres incompletos, incapaces cognitiva, afectiva y socialmente para participar y contribuir dentro de sus entornos inmediatos, lo que a su vez favoreció para que sean reconocidos como sujetos de derecho y como parte de la estructura social (Osorio, 2016). También el cambio de óptica fue provechoso para el ámbito académico, pues se iniciaron estudios que se han enfocado en escuchar a las y los niños. De esta forma, lenta, pero afortunadamente, algunos sectores han aceptado el valor de la perspectiva infantil, beneficiando así, la realización de investigaciones cuyo propósito es conocer y comprender algunos fenómenos de los que son parte.