Partiendo de la oposición establecida por Freud entre duelo y melancolía, la presente ponencia revisa
dicha oposición así como las relecturas de Judith Butler y Christian Gundermann para pensar la
performance oral de Néstor Perlongher con su poema "Cadáveres" (escrito en 1981 y leído por él
mismo en 1990) como trabajo de la memoria. Parece pertinente ahora preguntarse si en esa lectura
pública Perlongher interpeló al terrorismo de Estado que arrojaba a los deudos de las víctimas a la
imposibilidad del trabajo de duelo y si esa imposibilidad los hacía a esos deudos "melancólicos".
La idea central de la exposición es, por otro lado, que esa realización del poeta instala en la literatura
argentina una definitiva ruptura con otras performances poéticas, al tiempo que da algunas pistas
para una interpretación del lugar que le correspondería a esta forma de experimentación artística
como (im)posibilidad de poetizar el horror. El muchachito de Avellaneda, N.P., exhibe en su
realización oral voces mimadas como orquestación polifónica: el discurso de la maestra, de la señora
pequeño-burguesa, del homosexual de barrio, etc. Nuestra hipótesis de trabajo es que estamos,
entonces, ante un ejercicio de memoria que se halla tan ajeno al duelo como a la melancolía, y más
cercano al ritual artístico igualmente transitado por Juan Gelman o Griselda Gambaro.