En los ensayos de un escritor, las nociones que se valen de imágenes o de metáforas no operan de ese
modo por pura retórica o para ilustrar ideas un poco abstractas: es el tropo mismo el que trae consigo un
sentido preciso. Para Saer, "la selva espesa de lo real", donde el narrador se interna, es el imaginario de la
literatura latinoamericana o, mejor, latinoamericanista. Esa selva debe ser atravesada para internarse en la
intemperie de lo material: aunque en sus ensayos no la nombra, la llanura, paisaje predominante de sus
narraciones, es ese reverso mudo y sin significación al que arriba el narrador luego de atravesar la selva
espesa, esto es, la realidad previa, dada.
El entenado (1983) interroga el mito del descubrimiento y conquista del Nuevo Mundo figurando, en la
historia de su narrador, la génesis de la narración saeriana. Operación doble en donde, por un lado, se
impugna cualquier noción esencialista de América Latina (y, por extensión, de cultura, hombre o literatura
latinoamericana) y, por el otro, se presenta, de modo literal, el trabajo mismo del narrador que,
desembarazado de todo preconcepto de realidad (europeo o americano, que, en el caso de la novela, es el
mismo), atraviesa la selva para acceder a la intemperie: el Afuera. La nada de la que parte, para Saer, toda
narración, y también todo arte.