La aparición durante 2008 de un volumen de ensayos dedicados a actualizar la mirada de la crítica
sobre la producción ficcional de Osvaldo Lamborghini junto a la publicación de una biografía
monumental sobre su figura -a cargo de Ricardo Strafacce- hace visible una suerte de canonización
de dicho escritor. Esto, dado que el mito de lo clandestino de la literatura de Lamborghini da paso, en
la actualidad, a un reconocimiento que lo reposiciona, al menos para ciertos sectores de la
intelectualidad crítica, en las coordenadas centrales del campo literario argentino contemporáneo.
Ahora bien, ¿dónde buscar las razones de su marginalidad inicial? ¿Dónde encontrar las causas de
su consagración actual? ¿En qué medida se opera el pasaje del escritor trasgresor al clásico obligado
de nuestra literatura? Aquí, las posibilidades de una nueva operación de lectura sobre las ficciones de
Lamborghini residen en la concepción de la literatura como una práctica discursiva y social, llevada
adelante por un agente responsable de la puesta en discurso, condicionado a su vez por su ubicación
en un sistema de relaciones y por reglas de juego específicas que regulan dicho campo. Con un
agregado más: como escritor o sujeto social, que lleva a cabo una práctica de esta naturaleza,
compite con otros sujetos o escritores por las formas correctas de hacer ?literatura? o, lo que es igual:
por la imposición de sentidos a través de la práctica de la escritura. En consecuencia, sus textos
ficcionales -entendidos en tanto enunciados- no sólo constituyen la plataforma por excelencia para
abordar las opciones y estrategias discursivas llevadas a cabo por el escritor en esta dinámica de
proponer/imponer sentidos considerados correctos, sino que únicamente pueden ser entendidos al
estudiar las condiciones sociales de producción en las cuales fueron formulados.