En diversos ensayos sobre literatura y cultura industrial, escritos sostenidamente desde la
década del 60 y recogidos en libros que desde fines de los 80 pautan su consagración en el
campo literario argentino, Juan José Saer consolida una figura de autor y repone otras
categorías valorativas que el auge posmoderno declaraba muertas (obra, estilo, autonomía). A
partir de la tensión entre imperativos personales y determinaciones públicas, desde los inicios
su ensayística sostiene agonalmente la especificidad literaria, contra los falsos compromisos
sociológicos y las limitaciones exteriores a la forma estética, ampliando los embates contra el
democratismo de la posmodernidad hacia fines de los 90 e inicios de la década actual.
A la vez, algunos ensayos reformulan la tradición literaria argentina a partir de la postulación de
su violencia de origen y de lo que Saer llama "una estricta y subjetiva privacidad del uso
lingüístico" con la cual producir "figuras universales", operatoria que lee en la gauchesca y que
puede tomarse como balance autorreferencial del proyecto. La "privacidad en sentido estricto",
esa "intimidad con las palabras" que da aliento a la manera narrativa que Saer ha practicado
durante cinco décadas, se afianza en el final del milenio como una distinción, apropiada y
necesaria ante el relativismo posmoderno, que permita mantener a la literatura en su sitio, en
su forma específica ajena a determinaciones externas, a salvo de los parámetros de mercado y
de la opresión política y cultural.