El escenario político abierto por el golpe que derroca a Perón en septiembre de 1955, sin dudas, significa para la mayoría de los intelectuales el alivio que representa el fin de la "pesadilla de la tiranía", pero también y no menos significativamente, el asalto de un conjunto de interrogaciones en torno tanto al hecho peronista como al papel que deben asumir los intelectuales en la nueva coyuntura nacional. Resulta interesante el modo en que simultáneamente en la discusión en torno al peronismo, se pone en cuestión el papel del intelectual y se debate acerca de su misión a la luz del nuevo panorama político. En esta ocasión me ocuparé de examinar la retórica de la autofiguración en las acusaciones cruzadas primero entre Jorge Luis Borges y Ezequiel Martínez Estrada, y la crítica posterior de Jauretche.