Charles Swann es el gran invitado en En busca del tiempo perdido. Comprendemos al igual que Jean Ives Tadie o Michel Raimond1 que Swann es un antiguo amigo de la familia, un refinado coleccionista, judío asimilado, un hombre que mantiene una relación vergonzosa, el padre de Gilberta. Pero también el invitado es un precursor del héroe como artista tal como podría pensarlo Harold Bloom. La presencia de Swann tiene la función de provocar admiración en el héroe y al mismo tiempo cierta angustia por la declinación de su voluntad, cuando la madre accede a dormir en el cuarto de Marcel, que se perpetuará a lo largo de su vida y sin la cual no hubiese podido escribir la obra. Sin embargo, esta relación nunca se verá más clara que en la experiencia del amor y los celos. Las relaciones de Swann con Odette constituirán el anuncio del infierno Albertina-Marcel porque estos parecen haber firmado un pacto que repite las mutuas torturas que se infligieron sus precursores.