El Poema sobre el desastre de Lisboa de Voltaire contiene,1 además de la expresión de consternación por el desastre mismo, una argumentación contra el optimismo y una protesta por la existencia del mal en general. El mal existe; he ahí un hecho indiscutible. Más aún, para Voltaire, éste es casi un axioma que, como tal, no puede ser explicado por otras verdades –razón por la cual toda argumentación racional está desde el comienzo destinada al fracaso-, pero cuya desconsoladora verdad no puede pasar a los ojos de los hombres sin justificación para su sufrimiento, ni escándalo para el clima optimista de la época.
En su Poema, Voltaire ofrece una enumeración de las justificaciones del mal que se han intentado. De todas ellas, nos detendremos en la justificación del mal por el pecado, primero; en segundo lugar, se tomará la discusión sobre si el mal podría haber sido excluido de la creación por la potencia o la voluntad divinas y las implicaciones que esto tiene con respecto al optimismo de tipo leibniziano; finalmente, se tomará el mal como signo de la finitud humana.