Un zombi es una persona como yo. O como usted. Al menos, lo es a primera vista: si lo pinchamos, gritará; si ponemos la música muy fuerte, se tapara lo oídos o quizás se pondrá de muy mal humor arrojando cosas al suelo; si le mostramos un cuadro emotivo de su pintor favorito; quizás hasta llore… en fin, un zombi no se comporta de manera diferente a nosotros sino que, mas bien, se comporta de manera idéntica. ¿Qué es lo que diferencia, entonces, al zombi de nosotros? La diferencia reside en que el zombi carece por completo de experiencia consciente. Así, si lo pinchamos, gritará pero sin experimentar dolor; si ponemos música fuerte se tapara los oídos pero sin que la música lo aturda, si le mostramos el cuadro de su pintor favorito, llorara pero sin haberse emocionado.