En varias ocasiones Gilles Deleuze ha puesto de manifiesto la íntima relación que une –y en algunos casos confunde– al delirio con la literatura. En este sentido, ha podido afirmar –retomando una expresión de Proust– que el escritor, y más especialmente el estilista, crea una lengua extranjera dentro de la lengua dominante o, lo que en Deleuze es lo mismo, hace delirar a la lengua. Curiosamente, este componente delirante que caracteriza de algún modo al discurso literario se halla ausente del discurso filosófico. Lo que se intentará hacer en este trabajo será poner de manifiesto la sutil pero profunda complicidad que, no siempre explícitamente, mantiene unidos al delirio y la filosofía. De lo que se tratará, en suma, será de indicar el punto limítrofe, inasible en donde la filosofía se vuelve locura, en donde el discurso esquizofrénico adquiere ciudadanía filosófica.