En la primera mitad del siglo XVI la producción de tratados sobre ars historica era tan vasta que dio lugar a un género literario específico. Aunque el interés por la forma de escribir historia ya se había manifestado en el Quattrocento con el descubrimiento de la Antigüedad clásica y la importancia de la filología, nunca se le había dado un tratamiento sistemático. Más que presentar teorías sobre la historia o discutir la naturaleza del conocimiento histórico, en el siglo XVI, el interés estaba centrado en establecer pautas sobre cómo se debía escribir historia. Este interés es comprensible si tenemos en cuenta que, excepto en el caso de Luciano de Samosata y Dionisio Halicarnaso –ambos traducidos al latín por primera vez en el siglo XVI-, los pensadores de la Antigüedad nunca presentaron una teoría exhaustiva sobre el arte de escribir historia.