Kant concuerda con Locke en que el estado de naturaleza no es necesariamente un estado de guerra sin seguridad. Pero en Kant un vacío de justicia conlleva la posibilidad de guerra porque el peligro radica en que la resolución de disputas quede sujeta a arbitrariedad. Por esta razón, el estado surge para obstaculizar perentoriamente toda posibilidad de guerra y de injusticia. Ahora bien, para Kant este principio de dependencia legitima un estado en particular sólo si es llevado a cabo de una manera pacífica, justa y respetuosa del derecho de los hombres a desarrollar plenamente su autonomía. El surgimiento racional del estado debe, entonces, estar diseñado para dar lugar a que estos requisitos se cumplan a lo largo de su permanencia histórica.