Este trabajo explora cómo las tecnologías de reproducción y grabación musical han transformado nuestra percepción auditiva y visual, ajustando nuevas subjetividades en el consumo cultural. A partir de los cambios en la experiencia musical y visual, observamos una disyuntiva en la que el oyente y el espectador se ven condicionados por los intereses comerciales de las empresas culturales, impactando la relación subjetiva con el arte. Analizamos cómo la música y el espacio público se configuran mutuamente, sugiriendo que los sonidos de la ciudad también reflejan y contribuyen a la construcción de identidades y pertenencias.
A su vez, abordamos la mercantilización de la música y su reconfiguración en la era digital, destacando la influencia de plataformas como Spotify. Finalmente, se plantea una crítica a la sobreexposición sensorial y la erosión de las vanguardias, reflexionando sobre si es posible un arte que escape a la comercialización masiva y se convierta en una herramienta de transformación pública. El artículo se sitúa en el cruce entre tecnología, estética y política, proponiendo que la experiencia auditiva y visual contemporánea ofrece un potencial reflexivo frente al consumo desenfrenado.