Cuando algún tejido del organismo es dañado, ya sea por una infección microbiana, por agentes físicos o químicos, se desencadena una respuesta fisiopatológica de defensa a esta lesión denominada inflamación. El proceso inflamatorio se caracteriza por presentar cuatro síntomas fundamentales: dolor, calor, enrojecimiento e hinchazón. Dependiendo del sitio y de la gravedad, el daño puede desencadenar en una falta de funcionalidad del órgano o tejido afectado. La finalidad principal de la respuesta inflamatoria es destruir el agente dañino, limitar su efecto sobre el organismo y reparar o reemplazar el tejido lesionado.
En este capítulo describiremos las principales plantas medicinales con actividad analgésica y antiinflamatoria cuyos usos han sido validados mediante ensayos preclínicos y clínicos.