Luego de la Segunda Guerra Mundial, con el advenimiento de la Revolución Verde, se produjo el desarrollo y uso masivo de plaguicidas químicos los que han sido, desde entonces, la estrategia predominante para el control de plagas a nivel mundial.
Actualmente, este uso intensivo de agroquímicos está siendo crecientemente cuestionado, no sólo por las consecuencias ambientales que los mismos generan, sino también por los impactos negativos en la salud de las personas (ver Capítulo 1). Además, su uso no ha logrado “eliminar” las plagas, tal como se asumió que sucedería.
Limitar o prescindir del uso de insecticidas en la agricultura, requiere un cambio filosófico para abordar la problemática de las plagas: la idea de eliminar los fitófagos potencialmente plaga de los sistemas agrícolas (que ha primado hasta el momento) sólo puede conducir al fracaso. Hay que asumir que los mismos son parte del agroecosistema, que biológicamente es prácticamente imposible eliminarlos y que, por lo tanto, hay que cambiar la lógica de “eliminar y controlar” por la de “manejar y mantener” las densidades de las poblaciones plaga en niveles que no produzcan un daño económico. Esto implica avanzar hacia un Manejo Ecológico de Plagas (MEP) que logre compatibilizar la regulación de insectos perjudiciales con la conservación de los recursos naturales y la salud de los consumidores y de los trabajadores rurales.
El objetivo de este Capítulo es analizar los principios básicos del MEP y su contribución al logro de la sustentabilidad de la agricultura.