El análisis de la práctica docente requiere de un abordaje multirreferencial, donde se entrecruzan componentes político-educacionales, legales, institucionales, pedagógicos, didácticos y, fundamentalmente, emergentes psico-sociales de sus protagonistas: docentes y alumnos. En el esfuerzo por diferenciar e indagar sus componentes, para comprenderla y mejorarla, la Genealogía del aula nos permite esclarecer como se originaron las condiciones que conforman el presente de nuestras escuelas. Según Inés Dussel y Marcelo Caruso (1999) la difusión del término aula se produjo con el triunfo de los métodos pedagógicos, que organizaron la enseñanza por grupos escolares diferenciados entre sí, tanto por edad, como por logros de aprendizaje.
El oficio docente combina lo organizado e imprevisible, las grandes micro decisiones, lo individual y lo colectivo, lo personal e institucional. La reflexión sobre dicho ejercicio permitirá volver a pensar desde el camino recorrido, poniendo en juego teorías, ideas, impresiones. Este volver a pensar, supone trabajar con los registros institucionales y áulicos disponibles. Revisaremos lo hecho: ordenamos nuestra tarea y la de los alumnos, diseñamos y administramos recursos didácticos, aseguramos transponer saberes de las Ciencias Sociales, generamos un clima pedagógico atendiendo a una relación vincular responsable. Sin embargo, las prácticas no se agotaron allí.
Una segunda mirada nos acercará a cuestionar desde el interior del campo educativo algunos indicios que merecen ser estudiados y que no forman parte de la agenda didáctica tradicional que definió Edith Litwin (1997). Abordaremos aquellas circunstancias familiares de los protagonistas, idiosincrasias, antecedentes de escolarización, identificaciones de la historia de escolarización de los alumnos, entre otros.