El romanticismo puede ser entendido como un período de la civilización europea y americana.
Es preciso aclarar, sin embargo, que resulta imposible limitar este movimiento a un lapso determinado pues su impronta puede encontrarse todavía hoy en las más diversas manifestaciones culturales. El término proviene de roman, que refiere a los relatos que en la edad media contaban las aventuras de los caballeros andantes. En el siglo XVIII “romántico” se aplica a las pinturas de paisajes y a los sentimientos que esos paisajes evocaban. En 1810 Madame de Staël, escritora e intelectual, aplicó este término a la crítica literaria. Un texto considerado como uno de los manifiestos románticos es el Prefacio a Cromwell (1827) de V. Hugo, así como la pieza teatral Hernani (1830), también de Hugo, que suscitó un fuerte debate entre clásicos y románticos.
Lo romántico incluye estados de ánimo y programas artísticos. En ambos casos se trata de una exaltación de la subjetividad a la vez que un cuestionamiento a la confianza ilustrada en la razón. Frente a las pretensiones universalistas ilustradas, el romanticismo recupera la dimensión de la sensibilidad, así como las singularidades personales y culturales. En el plano artístico, desechó los modelos grecolatinos y se inclinó por la Edad Media y el estilo gótico.