El desarrollo de la pedagogía, la sicología y la teoría de la administración de base científica desde finales del siglo XIX y durante el XX, han buscado mecanismos para evaluar la educación.
Hasta los años 60, el énfasis ha estado puesto en la medición de aspectos cuantitativos para la valoración de los indicadores mensurables, desarrollándose metodologías acordes con parámetros visibles del “desarrollo educativo”. El interés, por más de cincuenta años, fue medir el rendimiento (capacidad observable) como indicativo de calidad, así como los factores que influyen en dicho rendimiento (Edwards, Verónica: 1991).
La visión de la calidad educativa entendida como sinónimo de desarrollo operaba en el marco de “la lógica productivita o de calidad de la educación entendida como rendimiento, su pedagogía estaría fuertemente influida por la aplicación de técnicas, estrategias y métodos relacionados directamente con la productividad de sus alumnos. En cambio, una pedagogía orientada a aprendizajes significativos valorando más el tipo de relación que el alumno pueda mantener con los contenidos que el cuánto, implica para el profesor una recreación interactiva de los métodos, estrategias y experiencias y no una simple aplicación.