Taller de escritura creativa es un nombre atractivo, un significante abierto. Y es también un nombre genérico para designar un espacio de trabajo, diverso, complejo sobre el que recaen una variedad de representaciones, incluso las más contradictorias, acerca de la tarea de escribir. Por fuera de unas coordenadas que lo definan, decir taller de escritura es nombrar un campo virtual difuso sobre su alcance y sentido. El taller situado, en cambio, no admite ser analizado como espacio neutral; es por el contrario un lugar de problematización que pide definir, cada vez, los alcances de una práctica en el marco de unos criterios que irán siendo acordados entre el coordinador y los talleristas. Este artículo registra una experiencia relacionada con los procesos de lectura y escritura con alumnos universitarios y reflexiona a partir de ella para analizar las representaciones que en ocasiones obturan los procesos de producción de escritura.