Nuestro país está convocado a convertirse en el más culto del mundo, lo que requiere de un gran esfuerzo en aras de alcanzar una acelerada preparación de todos sus ciudadanos en los ámbitos político, ideológico, estético, cultural, entre otros, lo que sin duda tendrá que sustentarse en sólidas bases científicas.
La ciencia y la cultura han sido dos frentes protagónicos de trabajo y lucha de la Revolución Cubana.
Durante 45 años hemos luchado los cubanos por desarrollar ambas. No ha sido un proceso guiado por la espontaneidad sino que ha habido estrategia, diseño de sistema, esfuerzo organizado, eficacia y puede hablarse de eficiencia porque en la perspectiva de 45 años, a través de una compleja mezcla de aciertos y errores particulares, se dibuja la realidad de una transición, a partir de un país con 24 % de analfabetos y 45 % de escolarización primaria hacia una nación con un nivel escolar de 9no grado, con la mayor densidad del mundo en instructores de arte, con un índice de científicos por habitante cerca o no al de las naciones más industrializados, produciendo y exportando productos de la Biotecnología, varios de los cuales son únicos y todo esto con un tiempo histórico increíblemente corto.
La idea básica que emerge es que, además de trabajar por el desarrollo de la ciencia y la cultura, debemos trabajar por su articulación, ya que este proceso también necesita estrategia, diseño de sistema y esfuerzo organizado. La eficacia en este proceso integrador puede ser tremendamente potenciadora de lo que hemos hecho hasta ahora, por eso asumimos que la formación científica se adquiere a lo largo de toda la vida bajo la influencia permanente de la familia, los medios de difusión masiva y la comunidad; la educación científica se desarrolla fundamentalmente en la escuela, desde el prescolar hasta la educación de postgrado.