La explotación ganadera está, en el país, perfectamente organizada; los más modernos procedimientos de producción son conocidos por los hacendados argentinos; las mejores haciendas pastorean en sus campos. Pero toda la técnica de la producción es ineficaz, ante la desorganización del productor y del descuido del Estado, en lo referente a la comercialización del producto. De nada vale producir la mejor carne de ganado bovino, la única aceptada de buen grado en un mercado exigente como el de Gran Bretaña, si el productor no obtiene un precio suficiente, que compense su trabajo y produzca un razonable interés, a los valiosos capitales comprometidos en la explotación.