En la década del treinta, el catolicismo se instala fuertemente en Latinoamérica bajo la consigna de “recristianizar” la sociedad. En el caso argentino, Leopoldo Marechal realiza un camino que, guiado por crisis espirituales, lo lleva a abandonar los fundamentos vanguardistas para lanzarse a la búsqueda de la belleza, la armonía y el orden, aunando fe y estética en su escritura poética. En este contexto, Laberinto de amor de 1936, al inscribirse anacrónicamente dentro de la tradición cristiano-medieval, moldea un poeta que, como émulo del Creador divino, liga el presente con la eternidad, postulando la necesidad de forjar una comunidad de amor y entrega hacia el otro.