Podría pensarse que la lengua italiana tuvo un desarrollo particularmente ligado a la estructura social de la «comuna» en las ciudades del norte de la península. En la incipiente sociedad burguesa del siglo XIII, exist`´ia una necesidad creciente de diferenciarse de las anteriores estructuras de poder medievales, consolidadas alrededor de las instituciones de la Iglesia y la Corona. Así es como urgen palabras tales como «capital» y «capitán» que compartirán, desde una organización incipientemente moderna como la comunal, una familiaridad cultural y política encaminada a subrayar atributos de razonabilidad y de supremacía, como sujetos sociales que se distinguen de una formación y pasan a ser autónomos y referentes de autoridad, en función de la asociación semántica que esta evolución filológica refleja entre la razón y la fuerza. A lo largo de la prolongada saga de episodios controversiales entre Occidente cristiano y Oriente musulmán, entre europeos y árabes, entre blancos y moros, el proceso capitalista moderno con su propensión imperialista, vino a escribir un nuevo capítulo en el que «capitales» y «capitanes» marchan de la mano contra el «fanatismo infiel y fundamentalista». Esta oposición puede rastrearse hasta la actualidad, en los bombardeos aéreos que desde marzo de 2011 vienen llevando a cabo las potencias capitalistas occidentales (agrupadas en la OTAN) sobre el territorio de Libia.