En un mundo que amenaza con llegar a una población que puede duplicarse en los próximos 30-40 años, surge la necesidad imperiosa de producir alimentos que sustente dicha población.
Pero deben preveerse procesos inexorables en el tiempo, el aumento demográfico y la pérdida de suelos.
El primero irá disminuyendo conforme al desarrollo de las poblaciones sin necesidad de recurrir a medidas que se oponen a los sentimientos humanos. El segundo, cuyos objetivos deben ser el de frenar la pérdida de suelos y de habilitar racionalmente nuevas tierras, requieren un mejor conocimiento de los suelos, particularmente en sus aspectos funcionales.
Para tal propósito es necesaria la armonización de los esfuerzos en lo que concierne a los aspectos descriptivos, intentando lograr conocimientos por lo menos sectoriales antes que puntuales, y en la medida de lo posible con miras a la comprensión del funcionamiento integral del sistema.