La relación de Walter Benjamin con los escritos de Marcel Proust se estableció mediante dos abordajes distintos pero a la vez complementarios: Benjamin por un lado traduce y, por otro lado, se convierte en crítico de la obra proustiana. Ambos caminos, el de la traducción y el de la crítica, son resignificados por Benjamin no sólo en los casos en los que la recepción se hace explícita sino también en trabajos que se extienden más allá del interés específico en el narrador francés. Traducir es para Benjamin una técnica, pero también una forma que expresa la traducibilidad propia del original en la que éste se eleva y se purifica lingüísticamente. Este movimiento no puede permanecer ni lograrse acabadamente pero logra transplantar el original a un ámbito lingüístico más definido.