Durante cinco años llevamos adelante en la Biblioteca Nacional un proyecto de recuperación de las experiencias editoriales impulsadas por Boris Spivacow: EUDEBA y el Centro Editor de América Latina. Debo aclararles que no provengo del ámbito académico (así que agradezco a los organizadores que hayan confiado en este sapo de otro pozo). Entonces nuestro trabajo fue encarado con criterio periodístico. Soy periodista y aunque en estos tiempos sea difícil de demostrarlo, el periodismo sigue siendo una herramienta muy valiosa. De modo que en ese camino tuvimos el privilegio –periodísticamente fue un festín– de poder revisar las actas de todas las reuniones de directorio que EUDEBA llevó adelante desde su fundación hasta hoy. Una docena de libros tamaño oficio, escritos en gran parte a mano y muy posteriormente en computadora, de lectura algo tediosa pero muy interesante, que nos permitieron recuperar algo invalorable pasado el tiempo: el día a día de la tarea editorial. Es decir: cómo las grandes decisiones, esas que terminan por marcar el rumbo de una editorial, se definen en los pequeños gestos diarios y se traducen no sólo en el contenido de lo que se deja por escrito, sino en el modo y el lenguaje en que esto se expresa. Y también, por supuesto, en lo que no queda registrado.