Durante buena parte del siglo XX, la geografía humana concibió el espacio como una realidad territorial, realidad que era a su vez considerada como la expresión visible de las sociedades que contribuían a producirla. Esta forma de concebir el paisaje coincidía con las definiciones clásicas que presentaban al paisaje como la parte del país que se ofrecía a la mirada de un espectador. Aún hoy se sigue percibiendo, pensando, practicando, e incluso fabricando y vendiendo el paisaje (en realidad y en imágenes) en función de esta definición.