Los escritores chilenos de la llamada 'generación de la decrepitud’ perciben la amenaza de una decadencia inevitable tanto en los hombres como en la ciudad. Focalizan su atención en sujetos carentes de vínculos familiares, de relaciones teñidas de extrañeza, de falta de expectativas y cargadas de escepticismo. La mayoría de los estudios críticos literarios referidos a la narrativa de los años cincuenta en Chile tiene en cuenta estos conceptos y, si bien en líneas generales puedo acordar con ellos, al analizar la obra de Jorge Edwards -uno de sus integrantes- observo que algunos cambios operados en su producción a partir de los años setenta requieren una revisión. Ésta fue una de las razones de mi acercamiento a su obra, particularmente cuando comprobé que tenía una dificultosa colocación en el campo intelectual chileno.
De allí que me interesó especialmente tener en cuenta la contradicción existente entre la consideración de Edwards como integrante de la ‘generación de la decrepitud’ y el desconocimiento o escasa atención al creciente desplazamiento de sus preocupaciones como escritor hacia temas más políticos. Así, comencé a desplegar con mayor intensidad el análisis de sus trabajos aparecidos a partir de 1970 y a preguntarme cuáles eran las razones por las que -a pesar de la visibilidad que Edwards adquiría en algunos foros (no precisamente literarios, pero de los que sí participaban escritores)- no lograba ocupar la primera línea en el ámbito literario.