Desde el punto de vista histórico y de tradiciones de pertenencia, Benjamin y Heidegger son autores enfrentados, casi como víctima y victimario. Este trabajo pretende mostrar que, sin embargo, coinciden en puntos de su crítica a la modernidad y que esa convergencia puede establecerse en una lectura de la obra de Marcel Proust. En efecto, en ambos hay un cuestionamiento a la reducción epistemológica que la modernidad hace de la experiencia y que la convierte en excluyente de cualquier otro aspecto de la vida. De ella deriva la racionalidad técnica, la reducción del mundo a objeto, la mecanización y el aislamiento del pasado y la tradición. Por su parte, desde el comienzo de la novela proustiana, un individuo sin rostro que se pregunta qué hora es y en qué cama está, en un estado de despojamiento total, plasma lo que ambos autores entenderían por experiencia, lo que M. Jay llama una experiencia sin sujeto: el torrente de la conciencia, sin distinción sujeto-objeto, cuya autocomprensión es inseparable de la comprensión de su mundo (Heidegger); un momento dialéctico por excelencia, una constelación espacio-temporal donde las fronteras entre sueño y vigilia, pasado y presente se vuelven evanescentes (Benjamin).