Si, como suele decirse, el siglo XX fue un siglo corto —un siglo de unos setenta y siete años, comprendido entre 1914 y 1991, esto es, entre el comienzo de la Primera Guerra Mundial y la disolución de la URSS—, podría pensarse entonces que la primera década del siglo XXI fue una década corta: durando menos de siete años, comenzó el 11 de septiembre de 2001 con los ataques cometidos al World Trade Center y culminó tras el colapso financiero que tuvo lugar a principios de 2008. Según Slavoj Žižek, los dos Acontecimientos que marcan el inicio y el fin de esta década corta, tratarían correspondientemente “de una tragedia y una farsa” (Žižek, 2011d: 5): el primero simbolizaba el fin de ese periodo clintoniano abierto doce años antes con otro derrumbe, el del Muro de Berlín, y el anuncio de “una era en la que por todas partes aparecían nuevos muros” (ibídem: 8); el segundo, una “repetición más terrorífica que la tragedia original” (ibídem: 10), puesto que por lo general las farsas eso es lo que implican; era como si la utopía de Francis Fukuyama sobre la década de los noventa, necesitara “morir dos veces” (Žižek, 2011d: 9): primero como “utopía política democrático-liberal” (ídem), luego como “utopía económica del capitalismo global de mercado” (ídem).