En la segunda mitad del siglo XIX la provincia de Buenos Aires comienza a desarrollar una política colonizadora que tiende a fomentar el caudal inmigratorio, redístribuír el suelo e incrementar el desarrollo de la agricultura sin perjudicar a la ganadería. La explotación típica y predomínante en la provincia es la estancia, basada en el régimen de la gran propiedad que impide el desarrollo de centros de población.
La corriente inmigratoria se vuelca hacia nuestro país. Su sistema laboral, la alimentación y toda su forma de vida difieren mucho del nuestro, del criollo. Vienen en busca de la prometida propiedad de libre y fácil adquisición, pero esto es sólo una esperanza: la propiedad de la tierra que cultiven no existe. Los grandes terratenientes no se preocupan por subdividir sus campos, y en muchos casos dificultan el arrendamiento para la agricultura. La tierra sola se valorlza y unos pocos peones son suficientes para criar ganado, no necesitan por tanto hacer subdivisión alguna y de hecho no la hacen.