En importantes investigaciones que se ocupan del período aquí en cuestión, como las llevadas a cabo por Oscar Terán, Silvia Sigal, así como también Claudia Gilman, se ha señalado repetidas veces el movimiento de avance de la lógica de la política sobre la autonomía relativa del campo cultural. Según este argumento, en la segunda mitad de los ‘60 y sobre todo en la primera mitad de los ‘70 asistiríamos a la destrucción progresiva de las especificidades intelectuales, barridas por las urgencias de una política que postergaba todo frente a una inminente toma del poder.
Sin negar la validez de este señalamiento (que, por otro lado, está aludiendo a la etapa como un todo), me interesaría mostrar el ingreso del lacanismo en la Argentina como un caso que se mueve a contrapelo, o al menos fuertemente tensionado, con este clima de época.