El pensamiento como acción voluntaria del sujeto no es otra cosa, sostiene Nietzsche, que una superstición de los lógicos. A partir de la formulación de este problema, el autor afirma que el pensamiento debe ser concebido como algo que sucede en el yo independientemente de su voluntad. Esta desconexión entre el yo y el ello pensante da lugar a una concepción de la subjetividad como producto de una pluralidad de fuerzas tensionadas por una dinámica interna de acción y reacción. El cuerpo es, en este sentido, el campo de batalla donde se producen estos encuentros. “Algo vivo…” afirma Nietzsche“…quiere, antes que nada, dar libre curso a su fuerza.”