La derrota del ’98 (o “El triunfo de Calibán” según la crónica dariana) implicó para los modernistas una revisión de los lazos con España que, luego de un largo período de rechazo iniciado con las independencias políticas de los países latinoamericanos, posibilitó no sólo un nuevo acercamiento a la cultura y la literatura españolas desde una posición culturalmente “independizada”, sino un anclaje histórico y político para el imaginario latinoamericanista y religador desplegado en su escritura. En este contexto (aunque habría que retrotraerse a la imagen de España elaborada por los latinoamericanos como resultado de los festejos del cuarto centenario de la Conquista en 1892), la lectura antiimperialista y “arielista” de La Tempestad de Shakespeare se transforma en un poderoso fenómeno de religación cultural para los latinoamericanos, tensionados entre la difícil búsqueda de autonomía estética y la intervención pública, pero conscientes de la necesidad de unión (simbólica y efectiva) para la formación de una literatura con caracteres propios en el mercado internacionalizado de las letras.