La odisea que anuncia el título de mi ponencia no es tan rica en peripecias como la que todos conocemos, pero marcó el destino del movimiento editorial cubano durante más de medio siglo, el que va desde el establecimiento de la República en 1902 hasta el triunfo de la Revolución en 1959. Nunca sabremos cuál habría sido la suerte del libro cubano en la primera mitad del siglo veinte de no haberse frustrado, ya en 1902, la iniciativa de fundar una Imprenta Nacional, lo que sólo vino a ocurrir en 1959 y a concretarse un año después con la publicación de cien mil ejemplares de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. Lo que sí sabemos es que la producción intelectual – y en particular la producción literaria cubana– se vio sistemáticamente excluida del mundo de las imprentas.