Hace una década, el panorama de la edición universitaria era, si no sombrío, desalentador. Esto mostraba Leandro de Sagastizábal, a quien debemos buena parte, por no decir toda, de la información, discusión y estado de las cosas en este campo en nuestro país: en 2001 señalaba este desaliento en la ausencia de políticas consistentes en la mayoría de los espacios editoriales universitarios, presupuestos inexistentes, equipos sui generis y falta de capacitación. En una extensa y completa investigación posterior, de Sagastizábal concluye que salvo excepciones, la edición universitaria en estas regiones se gestiona con poca autonomía, recursos escasos y con estructuras débiles y poco profesionales.