En Francia, a fines del siglo XIX, la erudición predominaba en el ámbito de los estudios históricos. Esta historia empírica, denominada también ”historizante”, erudita, y más recientemente, "acontecimiental" o fáctica, había impregnado el pensamiento de los intelectuales de la época.
Tal como se la concebía en los medios universitarios, implicaba un rechazo de los planteos de la filosofía de la historia, y de las pretensiones de formular leyes acerca del devenir histórico, como puede deducirse de la lectura de la obra más representativa de esta corriente, la Introduction aux etudes historiques, publicada en 1898 por Charles-Victor Langlois y Charles Seignobos.
La historia se afirmaba entonces como empírica; su objetivo consistía en buscar y precisar los hechos históricos mediante el estudio de los documentos -en la práctica, casi siempre documentos escritos- los cuales eran analizados de acuerdo a una tradición critica que databa de tres siglos.