Superados los profundos conflictos que atravesaron la vida política argentina durante la primera parte del siglo XIX, el país entró en una etapa de cambios económicos y sociales donde la política demográfica ocupó un lugar preferencial y transformador. La promoción de políticas favorables a la inmigración impulsó un clima de esperanza en el progreso indefinido. El poblamiento del extenso territorio se convirtió en una de las mayores preocupaciones de la dirigencia argentina para la cual no bastaba con el crecimiento vegetativo del país. Así, para solucionar el déficit poblacional se desarrolló una política migratoria sostenida mediante una activa propaganda en determinadas ciudades europeas para captar a potenciales migrantes.