La relación que el hombre entabla con la comida oculta tras los velos desplegados por la naturaleza aquello que adviene como acto puramente cultural. Así, el vínculo hombre-animal está articulado bajo una lógica tecnocrática en la que opera una objetivación del cuerpo del otro y posibilita la burocratización de la muerte. La cultura carnofalogocéntrica, en términos de Jacques Derrida, propone una dinámica sacrificial basada en la ausencia de responsabilidad debido a que el animal no aparece ante el sujeto como alteridad radical sino que es re-presentando en tanto objeto. Esta situación, enmascarada en el acto de comer, se constituye como horizonte que posibilita la instauración del genocidio.