El dolor del extranjero consiste en el hecho de que, si se aleja excesivamente de su propio origen, pierde su identidad; por lo tanto, si se familiariza demasiado con el nuevo ambiente en el que ha inmigrado, pierde su origen y, al mismo tiempo, si no se familiariza, pierde la relación. Por lo cual el extranjero está en el baile constante de perder o bien socialidad o bien identidad, o relación o bien origen.